sábado, 18 de abril de 2020

Cuento "Maui el delfín"


Había una vez un delfín llamado Maui. Maui era un delfín mular o delfín de nariz de botella, la misma especie que se encuentra en el zoo, solo que en la naturaleza y mucho más feliz. Maui vivía en la costa de Nueva Zelanda, con un grupo de delfines que formaban su familia. No eran el único grupo que se encontraba allí, Maui tenía muchos otros delfines con los que relacionarse. Además de los delfines, a Maui le gustaban los humanos. Se acercaban a él con esas cosas flotantes que ellos llamaban barcos y le hacían fotos y lo saludaban. Maui correspondía dando saltos fuera del agua y chasqueando y chillando de alegría. Incluso a veces había gente que se bañaba con él, y Maui dejaba que se agarrasen a su aleta dorsal para surcar las olas. Todo era genial, los barcos mantenían las distancias con su grupo para no agobiarlos, y apagaban el sonar y los motores para evitar la contaminación acústica. Humanos y animales vivían enarmonía. De todos los humanos que Maui conocía, con el que se llevaba mejor era su gran amigo Steve. Steve era un hombre bastante mayor, con el pelo canoso, que tenía un pequeño barco de vela en el que apenas cabían un par de turistas además de Steve. Cuando se reconocían mutuamente, ambos se alegraban mucho. Steve se tiraba al agua, y jugaba con Maui, cogiéndolo de la aleta y dejando que este lo arrastrase.

Pero ocurrió que con el tiempo las cosas empezaron a empeorar. Maui cada vez veía más barcos, demasiados. Al principio no le importaba y se acercaba con la misma ilusión, pero las bocinas de los barcos y los ruidos de los altavoces le empezaron a molestar. ¿Por qué los humanos hacían tanto ruido? También pasó que en lugar de dejar que fueran los delfines los que se acercaran al barco, eran estos los que los perseguían y acosaban, lo que estresaba al grupo. A la vez, los sónares de los barcos confundían a Maui cuando intentaba comunicarse con sus amigos o familiares mediante la eco localización o para buscar comida. Algunos delfines del grupo se habían perdido debido a seguir señales equivocadas, y no habían vuelto. En consecuencia, cada vez había menos delfines en la zona, y Maui se sentía solo.
Un día Maui estaba jugando con su familia en una cala, cuando escuchó un ruido. Se trataba de un barco velero que se acercaba hacía el grupo, y Maui reconoció que se trataba del barco de Steve. Maui chilló, contento, y se acercó hacia él. Una vez estuvo cerca saltó fuera del agua para saludar-lo. Se extrañó al ver que esta vez Steve venía solo, sin ningún turista a bordo. ¡Maui! - dijo Steve- Cuanto tiempo sin vernos. Pero no hay tiempo para jugar, tienes que escucharme. Tú y tu grupo tenéis que iros. A otro lugar donde podáis vivir más felices, lejos de aquí. Cada temporada vienen más turistas, atraídos por la fama que está cobrando Nueva Zelanda como destino turístico, por culpa de esas malditas guías de viajes. Y esto repercute en la misma naturaleza y paisajes que esas mismas empresas de viajes promocionan y venden como de los más bonitos del mundo. Dentro de poco tiempo ya se habrá echado a perder todo lo que vale la pena visitar, y los animales se habrán marchado- dijo Steve con cara triste.
Maui lo seguía mirando desde el agua, como si supiera que le estaba diciendo algo importante.

-He estado hablando con el gremio de navegantes que realizamos ocasionalmente salidas de whale watching y nado con delfines- continuó Steve. Están llegando grandes multinacionales a la isla que nos están desplazando, cada vez tenemos menos clientes. La gente prefiere ir en barcos más grandes donde disponen de cafetería, asientos acolchados y otras comodidades, en vez de en barcos como el mío-dijo dando una palmadita a su viejo buque. -El problema es que a estas empresas no les importan los métodos que usan para conseguir observar cetáceos, no se preocupan por vosotros. Es por eso que tenéis que marchar, buscar un lugar donde podáis vivir tranquilos, lejos de los humanos. ¿Entiendes lo que te digo?
Maui chilló, como diciendo que lo entendía. Steve compuso una sonrisa triste y alargó la mano para acariciar el lomo del animal. Maui se acercó al barco para permitir que Steve lo tocara -Te voy a echar de menos pequeñín-dijo mientras le acariciaba la piel de color gris.
Al poco rato Steve se irguió, y tras despedirse del delfín se puso al mando de su embarcación y se alejó de la cala. Maui se quedó mirando como la silueta del barco se iba desdibujando en la distancia.
Al cabo de unos días Maui se encontraba jugando con su familia, cercano a la costa. Se había levantado un fuerte viento, que creaba altas olas y Maui y sus hermanos se divertían surfeándolas. Caía también una suave llovizna sobre el agua y el cielo estaba encapotado de nubes de color gris. De pronto, Maui divisó a lo lejos un barco que se dirigía directamente hacía el grupo de delfines. Cuando se acercó vio que iba lleno de turistas, que a pesar del mal tiempo se habían animado a salir al mar. Todos ellos llevaban aun así un chubasquero de color amarillo con la capucha puesta para no mojarse, seguramente ofrecidos por la misma compañía al ser todos iguales. Algunos también llevaban una cámara o unos prismáticos colgando del cuello, y que ahora todos alzaban excitados al advertir el grupo de Maui.
-Señoras y señores, si miran a proa hacia el lado de babor podrán ver un grupo de delfines mulares, o Tursiops truncatus. Se trata de una especie de delfín que se caracteriza por encontrarse más cerca de la costa que otras especies y por su tamaño y robustez- decía una voz estridente de mujer proveniente de los altavoces del barco. Cuando se acercaron más Maui vio que en el costado izquierdo del barco se podía leer el nombre de la compañía,  Whale Tourism
S.A. El fogonazo de los flashes comenzó a salir del barco, mientras este iba directo hacia el grupo
de delfines sin aminorar la marcha. Maui y su grupo se dispersaron hacia todas direcciones para evitar ser atropellados, y el barco viró para mantenerse cerca de los animales. Cada vez que Maui salía del agua a respirar notaba como todos los turistas enfocaban sus cámaras hacía el. Comenzó a sentirse muy estresado. Desde el barco se podían oír las risas y gritos de emoción de los humanos cada vez que se veía el lomo de un delfín. Nadie se daba cuenta por el comportamiento de estos, que los animales no lo estaban pasando bien. Había padres que incluso habían subido a sus hijos a la barandilla para que pudieran ver a los delfines con mayor facilidad. La persecución continuó durante unos minutos, hasta que de repente, una ola de gran tamaño impactó en el costado del barco. Al ser una embarcación de calado considerable tan solo se zarandeó un poco, pero fue lo suficiente como para que uno de los niños que estaba sentada en la barandilla perdiera el agarre. Su madre, que no estaba atenta, vio aterrada como su hijo se le escurría de entre los brazos y caía al mar. – Hugo! – gritó la mujer histérica – ¡Por Dios, que alguien lo ayude! ¡Se va a ahogar!
De repente en la cubierta del barco todo se volvió agitación. La gente comenzó a gritar, incluso algunos empezaron a sacarse la ropa para saltar al agua y ser héroes. Del camarote salieron un par de oficiales vestidos con el uniforme de navegante, con un salvavidas en la mano intentando llegar hasta el borde de la cubierta por donde había caído el niño, pero la gente alborotada entorpecía su paso. Mientras tanto el niño en el agua boqueaba intentando mantenerse a flote, pero las olas iban en aumento y amenazaban con tragárselo.
Maui observaba toda la escena alejado del barco. Parecía que todo el mundo había olvidado a los delfines. Maui vio al niño en el agua y no se lo pensó dos veces, se dio la vuelta y se dirigió directamente hacia él. A medida que se acercaba intentó no perder de vista la mancha de color amarillo en el mar que marcaba la ubicación del niño, al que llegó en poco tiempo gracias a su potente aleta caudal. Cuando estuvo a su lado, Maui se situó como había hecho multitud de veces a su lado. El niño se quedó mirando al delfín. Parecía que con su mirada le quería decir “Estate tranquilo, todo va a salir bien”. A pesar del pánico, el niño vio la determinación del delfín y se agarró a su aleta. Con suavidad, Maui se situó debajo del niño, montándole a su lomo para que se mantuviera con la cabeza fuera del agua y permitirle respirar. Poco a poco empezó a moverse en dirección a la costa.
Los humanos del barco miraban la escena embobados. ¡Un delfín estaba salvando al niño! Parecía que estas cosas solo sucedían en las historias de navegantes que naufragaban, y que en la realidad no ocurría. Alguien empezó a vitorear a Maui, y la gente volvió a alzar sus cámaras de fotos. Maui los ignoró, y siguió llevando al niño hacía la costa, vigilando que no se resbalara.

Al cabo de un rato, este perdió el miedo y comenzó a disfrutar del paseo a lomos del delfín. Una sonrisa comenzó a iluminar su rostro. Unos minutos después Maui entro al puerto, seguido por el barco con todos los turistas. Se acercó al espigón, donde dejó que el niño bajara y se agarrase a una roca. Un grupo de seguridad del puerto se acercó al niño para ayudarlo a subir, mientras otra persona aguardaba a su lado con mantas para hacerlo entrar en calor. Parecía que desde el mismo barco habían avisado por megafonía, explicando lo sucedido y advirtiendo que estuviesen preparados para su llegada, de ahí la rápida respuesta.
Finalmente, una vez cumplido su cometido y viendo que el niño estaba a salvo, Maui comenzó a alejarse dirección al mar. De nuevo, la gente parecía haberse olvidado de él, y prestaban toda su atención al niño. Los turistas del barco comenzaron a desembarcar, y la madre del niño corrió hacia él, gritando su nombre preocupada. Este sin embargo estaba riendo. Se dio la vuelta y vio a Maui, levanto la mano y le dijo adiós. El delfín en respuesta, se levantó sobre la aleta caudal, profirió un alegre chillido y volvió a zambullirse en el agua antes de dirigirse de nuevo hacía su grupo.
El incidente levantó mucha conmoción, y pronto todos los medios de comunicación hicieron eco de la noticia bajo titulares sensacionalistas como “Delfín salva a un niño de morir ahogado” o “El verdadero amigo del hombre, el delfín”. La historia se llegó a hacer conocida a nivel mundial, y por las redes sociales fueron tendencia palabras como delfín y rescatar durante días. También tuvo repercusión a nivel local y en cómo la gente veía el whale watching. Un grupo de ciudadanos liderados por Steve, encabezaron un movimiento de protesta en contra de como las grandes empresas realizaban esta actividad, y el impacto que esto tenía en el medio marino. Algunos científicos y biólogos marinos también se posicionaron en contra de estas, dando datos de cómo esta actividad afectaba a la fauna. Con el tiempo el movimiento fue ganando importancia, y comenzaron a promulgarse leyes para obligar a las embarcaciones a actuar de forma conveniente y lo menos agresiva posible con los animales, manteniendo las distancias y restringiendo el uso de sónares. En pocos años, Nueva Zelanda se transformó de nuevo en un lugar donde los humanos disfrutaban de la naturaleza con respeto y amor.
O esto es lo que debería pasar en un mundo ideal. Lo más seguro es que el incidente del delfín rescatador levantara una avalancha de turistas, y que las empresas aprovecharan esta historia para sacar tajada y obtener todavía más beneficios. De todas formas, Maui y su grupo ya están demasiado lejos, siguiendo el consejo de Steve, como para ver-se afectados.

No hay comentarios:

Publicar un comentario